Todos los padres y madres tratamos de hacerlo lo mejor posible en nuestra labor educativa. Sin embargo, en este proceso, nos surgen dudas de qué es lo mejor. En este momento, hay mucha información sobre diferentes maneras de educar y no siempre coinciden en criterios y en estrategias. Entender el funcionamiento de nuestro cerebro, y cómo este se desarrolla a lo largo de la infancia y adolescencia de nuestros hijos, nos sirve como guía para nuestra manera de educar. Este conocimiento, nos aleja de actuar de una manera en la que intentamos en cada instante “apagar fuegos”, y nos permite tener una perspectiva más global a partir de la pregunta de ¿Cómo puedo ayudar a que mis hijos e hijas tengan un mejor desarrollo cognitivo y emocional?. De esta forma, los diferentes retos del día a día se convierten en oportunidades para favorecer dicho desarrollo, tomar una decisión u otra no solo tiene que ver con resolver la situación, sino con elegir el camino que más potencia el crecimiento de nuestros hijos e hijas.
